lunes, 29 de julio de 2013

La bendicion de calzar 40...

"Están muy bonitos! Y cuestan muy caro!"  me dijo y al verlo tan pero tan contento sentí como la alegría entraba en mi corazón con la fuerza de una inesperada ola en el arrecife de mi vida, al extremo de arrancarme una sonrisa en mi rostro pues el día hasta ese momento acampaba demasiado triste.  Ya llevaba tres cigarrillos.
El, mi querido viejo, estaba de pie ante mi, con ese varonil semblante de guerrero antiguo con el que lo recuerdo cuando niño.  Ahora ya cansado por tantas luchas ganadas y deudor de ese cruel tiempo que nada perdona. A propósito, alguno  ha visto al tiempo?  Yo si!  tiene ojos chiquitos, de chiquita estatura, de manos y pies chiquitos, como chiquita también su cabeza. Eso explica de por qué?  nuestra vida y más aún los buenos momentos, son "chiquitos". "Papa, no te preocupes. Tu has hecho muchísimo más por mi y no me alcanzaran cien mil vidas para pagártelo. Solo dime si te los quieres llevar puestos, son tu talla, 40,  " Me miró como me miraba cuando yo era niño, de una manera muy dulce y con esa sonrisa de cómplice como de quien acaba de robar un banco. " Claro que me los llevo puestos! Están re lindos! Ahora parezco importante" añadió y yo solté una carcajada a mandíbula desatada " Ay Papa! Si tu eres el hombre más importante que yo he conocido en mi vida. Déjame pagar y nos vamos a comer una deliciosa y gigante parrillada!". Añadió: " Esta bien hijito, total? para eso trabajas, no?" mientras volvía a sonreír. "Claro que sí" le dije pues para vivir estos momentos me rompo el culo...jajajaja... Caminamos luego rumbo a la camioneta.
En tanto ello, no se por qué? pero conté los pasos que El daba con sus zapatos nuevos, mientras los modelaba varonilmente...uno, dos...once...Papá! once pasos!  llegaste a la camioneta en once pasos! y mientras me ponía el cinturón de seguridad yo volví a tener quince años...Ayyyyy aquellos quince años en los que lloré muchísimo  y ya ni recuerdo el por que? El caso es que estuve nuevamente sentado en el comedor de la casa que tuvimos en Tacna, departamento al sur del Perú, frontera con Chile. Esa Chile que es tan hermosa cuando no le hace la guerra al Perú o que es tan hermosa como cuando lo fue en esos momentos en que aquella hermosa santiaguina, más hermosa que el cielo,  allá por 1998,  me suplicaba que me quede allí, con ella... si hasta lloró y yo con ella...el temblor de sus manos y de sus labios, lo agitado de su respiración y sobretodo esos ojitos que desnudaron mi vocación de vivir para hacerla feliz estuvieron a punto de decirle: SI! Me quedo... pero en medio de tantas balas corriendo solo atiné a darle un beso en la frente y abrazarla dejando en ello mi corazón.   No me quedé y no me arrepiento y tampoco la he vuelto a ver (Chile esta muy lejos). 
El punto es que esa tarde, en Tacna, mi papá y mi mamá, se sentaron al comedor conmigo, a la hora del almuerzo. Yo daba trámite a un delicioso arroz con frijoles, sin presa, pero por esa maldita costumbre que tengo de mirar todo me di cuenta que ellos nada comían y les pregunté:  "Papá, mamá y ustedes por qué no comen?...respiraron al unísono, dejando escapar un quejido que en rigor de verdad estaba rebosante de alegría (y es que únicamente los padres son capaces de unir lo que naturalmente se opone) "Estamos a dieta hijito!" .... Ahhhhh y como ambos eran gorditos les creí y les respondí..." No saben lo que se pierden", mientras me chupaba los dedos, uno por uno, con esa paciencia de monje de clausura que ahora ya no tengo. Luego de algunos años, y cuando tampoco tuve para comer, tomé conciencia que ellos no comieron por la sencilla razón de que la comida no alcanzaba. No había! Mi papa era entonces Jefe de un Hospital del Estado dedicado a atender a los miembros de la ahora Policía Nacional del Perú pero por ser del Estado nunca hubo ni siquiera lo mínimo necesario ya que los bienes, según es secreto a voces y una práctica casi milenaria,  terminan sirviendo  los privados intereses de los  malos generales. Si mi papá siendo Jefe estaba como estaba imagínense la vida de los sub oficiales!!!...Que lástima que el Estado no haga más por ellos. 
Por lo contado, vivo dedicado a atenderlos y darles lo mejor que puedo darles. Harto amor, besos a millones, muchas caricias y cosquillas y también bienes materiales. Y es que un hijo tiene que ser agradecido con sus padres sino fuera así uno termina siendo un villano. Ellos, nos dieron toda su vida y nos toca ahora darles la nuestra y así debe ser hasta el último aliento de vida que el chiquito tiempo les y nos conceda. 

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