Luego de conversar durante una hora y haciendo gala
de mi gran estupidez le pregunté ¿está Usted seguro? Volteó compasivo pero
sin mirarme pues eso lo comprometería mas y eso nunca lo hace un
mal médico! respondió: Si! Inquisidor, estoy seguro pues como ya le he
explicado así lo confirman los exámenes practicados. A su mujer le queda poco
más de dos meses de vida.
¡Que frío hace! le dije aunque no sé ¿para qué? pues
ya no me escucha. Prendí un pucho como de costumbre mientras cogía la pala y
echaba tierra sobre su cuerpo. Los presentes hacían silencio pues en esos
momentos nadie habla y está bien que sea así, pues ¡nadie puede comprender el dolor que a
uno le destroza el corazón en cien mil millones de pedacitos! En esos momentos
por más multitud que te rodee estas solo ante la muerte y el dolor que esta
imprime en tu existencia.
El último de mis hijos, jalándome del pantalón, me
preguntó en tono de reclamo: Papá ¿dónde está mamá? Ahora eres tú quien prepara
mi leche. ¿Cuándo vendrá? ¡La extraño! No le pude responder pues cuando
lo quise hacer el llanto ahogo todo tímido intento de respuesta.
Entonces fue que el dolor, obediente peón de mi
afán por quererla con vida, me transportó años atrás. La escena en la que,
doblado en cuatro, estoy llorando desconsoladamente y ella se levanta del sofá
abrazándome como sólo Dios podría hacerlo y me dice: Llora inquisidor ¡Llora!
Te hará bien - y es que ella todo lo sabía, ¿no sé cómo?- y siendo así no
comprendo aún ¿por qué me eligió? pues no imaginan cuantos hombres, pero
hombres de verdad, la cortejaban. Apreté sus manos y seguí llorando,
preguntándole ¿Quién cura el vacío de mi vivir? ¿Quién sana aquellas heridas
que me llevan años desangrando? Ella me miró y me dio
un beso que bebí como si fuera mi último aliento de vida. Luego añadió: Sólo el amor inquisidor, mi amado
inquisidor! Únicamente el amor puede sanarte! Entonces seguí besándola y le respondí: entonces sáname! mi vida! te ruego,
sin poder entregarte nada valedero a cambio, sáname! Ella acarició mi cabeza
mientras sonreía dulcemente y en tanto me apretaba más a su pecho: Ya te dije,
sólo el amor inquisidor, sólo el amor...!!! Le sonreí, no se cómo, mientras,
ante tanto desinteresado amor, vino a mi memoria aquella imagen en la que Teresa
de Calcuta levantaba a un hombre tirado en el piso y lo consolaba!!!
Recordé luego, aquella otra ocasión en la que debía
ir a una cena con mis jefes, hombres muy poderosos. Apúrate! espeté desnudo de respeto pues suelo
ser un caballo chusco en mis formas. Ella salió de su habitación con una
sonrisa que lo podía todo, con un vestido azul espectacular! En verdad! Estaba
tan hermosa que recordé, avergonzado, mi presencia de sapo! Sus ojos! su
sonrisa! su cintura! sus piernas! pero que piernas!!! Parecían sostener al
mismo Dios!!! Ella se acercó a mí, sedienta de un beso, el que le regale sin nada
escatimar y temblando le dije: No tienes idea de cuánto te amo!!! Ni idea!!!
Ella sonrió muy complacida y me dijo: ¿De verdad se me ve bien así? Le respondí:
pero por supuesto! Estás divina! Y no exagero! Bajo su mirada mientras me
extendía su mano, tan suave como el algodón y me besó! Si! A mí! a pesar
de mi cara de sapo y todo! ... fue en ese instante que recordé la escena de la
película en que “La Bella” besa a “La Bestia”.
Entonces pensé (si! aunque no parezca, a veces
pienso!) Ella es un hembrón! Pues tiene todo aquello que una mujer quisiera
tener! Y lo que todo hombre medianamente inteligente necesita para ser Hombre y
así, Feliz! me refiero a que ella tenía el Amor de Teresa de Calcuta y la Belleza
de “La Bella”. ¿Cuánto te deberé Dios
mío? ¿Cuánta será mi inimaginable deuda que me das a una mujer que nace cada
doscientos años? ... Pero ella no estaba más, nunca más estaría! mientras seguía echando tierra sobre su cuerpo! ...
y mientras mi hijo seguía llorando!
Entonces, a pesar de mi resistencia, comencé
a perder conciencia de todo! todo iba desapareciendo ante mis ojos... Me senté
pues nada más podía hacer! Me dejé caer sobre la silla y en tanto escuchaba a lo
lejos una voz celestial que me llamaba: ¡Inquisidor! ¡Inquisidooor! ¡Vamos! ¡Ya
es hora! Todo se volvía luz. ¡Una dulce luz que comenzaba a envolverme! Era
cómo un celestial abrazo ¡Todo era luz! ¡Si! ¡ya voy! ¡ya voy! alcancé a decir mientras empezaba a abandonar mi cuerpo. ¡Inquisidor! ¡Inquisidoooor! ¡Vamos!
¡¡¡Ponte en pie!!! Y cuando por fin me atreví a abrir mis ojos, cuando al fin
abandoné la noche terrenal, Ella apareció ante mí con esa mirada que todo lo
vale! Me vi en sus ojos! Pude ver que únicamente valgo si ella me mira!
Con esos ojos!!! Y entonces fue que me di cuenta que todo había sido un sueño! así que estiré mis brazos hacia su cintura! Y la besé! bebiendo todo el amor que
sudaba su cuerpo.
Todo había sido un sueño y yo tenía una oportunidad más de hacerla feliz!!!!...... Y la
volví
a abrazar jurándole
que la amaría
con todas las fuerzas de mi corazón!!! ... Incluso más allá de la muerte!!! Esa muerte que me sonreía muy tímidamente y
avergonzada! desde una esquina de la habitación. Pues el amor que observó en mi
mujer era todo lo que ese maldito ángel caído deseaba para su eternidad!!!...
Pero que jamás tendría... Pobrecito!!! ... Y es que la muerte nunca tendrá en
sus brazos al hembrón que yo besaba para siempre!!! ...