martes, 3 de septiembre de 2013

Pero que tal hembrón!!!

Luego de conversar durante una hora y haciendo gala de mi gran estupidez le pregunté ¿está Usted seguro? Volteó compasivo pero  sin mirarme pues eso lo comprometería  mas y eso nunca lo hace un mal médico! respondió: Si! Inquisidor, estoy seguro pues como ya le he explicado así lo confirman los exámenes practicados. A su mujer le queda poco más de dos meses de vida. 

¡Que frío hace! le dije aunque no sé ¿para qué? pues ya no me escucha. Prendí un pucho como de costumbre mientras cogía la pala y echaba tierra sobre su cuerpo. Los presentes hacían silencio pues en esos momentos nadie habla y está bien que sea así,  pues ¡nadie puede comprender el dolor que a uno le destroza el corazón en cien mil millones de pedacitos! En esos momentos por más multitud que te rodee estas solo ante la muerte y el dolor que esta imprime en tu existencia.  

El último de mis hijos, jalándome del pantalón, me preguntó en tono de reclamo: Papá ¿dónde está mamá? Ahora eres tú quien prepara mi leche.  ¿Cuándo vendrá? ¡La extraño! No le pude responder pues cuando lo quise hacer el llanto ahogo todo tímido intento de respuesta.

Entonces fue que el dolor, obediente peón de mi afán por quererla con vida, me transportó años atrás. La escena en la que, doblado en cuatro, estoy llorando desconsoladamente y ella se levanta del sofá abrazándome como sólo Dios podría hacerlo y me dice: Llora inquisidor ¡Llora! Te hará bien - y es que ella todo lo sabía, ¿no sé cómo?- y siendo así no comprendo aún ¿por qué me eligió? pues no imaginan cuantos hombres, pero hombres  de verdad, la cortejaban. Apreté sus manos y seguí llorando, preguntándole ¿Quién cura el vacío de mi vivir? ¿Quién sana aquellas heridas que me llevan años desangrando? Ella me miró y me dio un beso que bebí como si fuera mi último aliento de vida. Luego añadió: Sólo el amor inquisidor, mi amado inquisidor! Únicamente el amor puede sanarte! Entonces seguí besándola y le respondí: entonces sáname! mi vida! te ruego, sin poder entregarte nada valedero a cambio, sáname! Ella acarició mi cabeza mientras sonreía dulcemente y en tanto me apretaba más a su pecho: Ya te dije, sólo el amor inquisidor, sólo el amor...!!! Le sonreí, no se cómo, mientras, ante tanto desinteresado amor, vino a mi memoria aquella imagen en la que Teresa de Calcuta levantaba a un hombre tirado en el piso y lo consolaba!!!

Recordé luego, aquella otra ocasión en la que debía ir a una cena con mis jefes, hombres muy poderosos.  Apúrate! espeté desnudo de respeto pues suelo ser un caballo chusco en mis formas. Ella salió de su habitación con una sonrisa que lo podía todo,  con un vestido azul espectacular! En verdad! Estaba tan hermosa que recordé, avergonzado, mi presencia de sapo! Sus ojos! su sonrisa! su cintura! sus piernas! pero que piernas!!! Parecían sostener al mismo Dios!!! Ella se acercó a mí, sedienta de un beso, el que le regale sin nada escatimar y temblando le dije: No tienes idea de cuánto te amo!!! Ni idea!!! Ella sonrió muy complacida y me dijo: ¿De verdad se me ve bien así? Le respondí: pero por supuesto! Estás divina! Y no exagero! Bajo su mirada mientras me extendía su mano, tan suave como el algodón y me besó! Si! A mí!  a pesar de mi cara de sapo y todo! ... fue en ese instante que recordé la escena de la película en que “La Bella” besa a “La Bestia”. 

Entonces pensé (si! aunque no parezca, a veces pienso!) Ella es un hembrón! Pues tiene todo aquello que una mujer quisiera tener! Y lo que todo hombre medianamente inteligente necesita para ser Hombre y así, Feliz! me refiero a que ella tenía el Amor de Teresa de Calcuta y la Belleza de “La Bella”.  ¿Cuánto te deberé Dios mío? ¿Cuánta será mi inimaginable deuda que me das a una mujer que nace cada doscientos años? ... Pero ella no estaba más, nunca más estaría! mientras seguía echando tierra sobre su cuerpo! ... y mientras mi hijo seguía llorando! 

Entonces, a pesar de mi resistencia,  comencé a perder conciencia de todo! todo iba desapareciendo ante mis ojos... Me senté pues nada más podía hacer! Me dejé caer sobre la silla y en tanto escuchaba a lo lejos una voz celestial que me llamaba: ¡Inquisidor! ¡Inquisidooor! ¡Vamos! ¡Ya es hora! Todo se volvía luz. ¡Una dulce luz que comenzaba a envolverme! Era cómo un celestial abrazo ¡Todo era luz! ¡Si! ¡ya voy! ¡ya voy! alcancé a decir mientras empezaba a abandonar mi cuerpo. ¡Inquisidor! ¡Inquisidoooor! ¡Vamos! ¡¡¡Ponte en pie!!! Y cuando por fin me atreví a abrir mis ojos, cuando al fin abandoné la noche terrenal, Ella apareció ante mí con esa mirada que todo lo vale!  Me vi en sus ojos! Pude ver que únicamente valgo si ella me mira! Con esos ojos!!! Y entonces fue que me di cuenta que todo había sido un sueño! así que estiré mis brazos hacia su cintura!  Y la besé! bebiendo todo el amor que sudaba su cuerpo.


Todo había sido un sueño y yo tenía una oportunidad más de hacerla feliz!!!!...... Y la volví a abrazar jurándole que la amaría con todas las fuerzas de mi corazón!!! ... Incluso más allá de la muerte!!!  Esa muerte que me sonreía muy tímidamente y avergonzada! desde una esquina de la habitación. Pues el amor que observó en mi mujer era todo lo que ese maldito ángel caído deseaba para su eternidad!!!... Pero que jamás tendría... Pobrecito!!! ... Y es que la muerte nunca tendrá en sus brazos al hembrón que yo besaba para siempre!!! ...